A mi Sumo me entró a gustar de grande. Una tarde de 2002 llegó a mis manos un puñado de cds y cassettes de Los Redondos, varios ineditos que eran lo que mas me gustaba de ellos, y un cd de Sumo viejisimo, de las primeras tiradas de cds acá. Hasta ese entonces, con 15 años era un pelotudo yuppy mega98.3 puro rock nacional y no me atraía un tipo cantando en inglés porque ademas me creía anti-imperialista. Pero le presté una oída, para poder al menos decir que conocía Sumo. Ese fue el comienzo. Esa oída se transformó en obsesión luego de escuchar algo que se llamaba Estallando desde el océano, una canción que me llevó puesto. Grabada tan extrañamente, con ese sonido crudo, baterías que parecían electrónicas, el efectito del principio y todo mezclado de una manera tan extraña me partió al medio. Me volví loco. Lo escuché veinte veces mas. Me aprendí la letra y seguí escuchando.
Pasados los años siento que cada vez que pongo Sumo, una parte salvaje, pero no por eso barbara, de mi reaparece. Sumo me conecta con esos sentimientos mas profundos, primitivos, de miedo, de agonía, de tristeza y desolación que me recuerdan que este que acá escribe, y se siente a veces un tipo superado, invulnerable, irreemplazable; es solo un triste pelotudo, un gran-pequeño ser con tantos miedos, tantas tristezas, tan humano...
Entonces me gusta. Me gusta todo aquello que me saque a empujones de esta mundanalidad soberbia en la que flotamos como cadáveres, me gusta sentir el alma otra vez encendida calentándose a las llamas de la angustia mas profunda, los miedos, todo eso que estos animales que somos, olvidaron al volverse hombres superados, irresistibles, invulnerables, inmortales.
Por eso me gusta Sumo. No me gusta sentirme mal, no vayas a pensar eso. Me gusta sentirme vivo.