domingo, 28 de noviembre de 2021

Habra que entrecerrar los ojos para verte gambetear.

 Siento que nunca voy a dejar de llorar por Diego. Yo conozco la muerte, se lo que es perder a un ser querido y cercano, no exagero pero siento que esto me golpeó con la fuerza de un tsunami. Cuando yo nací la leyenda ya existía. No tengo recuerdo del momento en que me hicieron de Boca, siento que es algo que vino conmigo y en mis fotos, sin rulos pero con el clásico corte taza de los niños andaba con la azul y oro. Cuando aprendí a hablar y pateaba una pelota contra la pared yo quería ser Maradona. Todos soñábamos con ser ese petiso gigante. Lo vimos en el mundial 90 sin entender nada de nada y solo queríamos ser el. Toda la vida queríamos ser el Diego y ya entrando a la pubertad queríamos ser el Diego que se plantaba con cualquiera, que no se casaba con nadie, que puteaba ante las injusticias. Toda la vida lo amamos. A veces nos desencontramos y lo odiamos, pero al final del día el Diego era el Diego y nadie lo podía evitar. Ese último año extrañisimo en que todas las hinchadas del país le mostraron su amor fue una despedida majestuosa sin saberlo. Recorrió el país siendo ovacionado semana tras semana. Amado por todos, ya de vuelta, complicado de salud, rodeado de hijos de puta, aislado y solo aún ahí hizo su vía crucis. Me duele el corazón, murió tan solo, tan triste, tan deprimido y sin amor. Ojalá este donde esté con la tota y con chitoro. Acá nos quedamos todos golpeados. Se murió nuestro super hombre, aquel que no podía morir. Aquella tarde no quería caer, no podía llorar en el trabajo. Llore todo el camino de vuelta, manejando 35 kilómetros sin poder parar. La gente en la calle estaba triste. Te cruzadas con gente llorando como uno. Nunca vi algo así. Pocas veces sentí ese dolor en el corazón...

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